Perdidos en
el laberinto
Todos somos concientes que
Irán está liderando una severa amenaza de vida contra el mundo occidental, los
cristianos (de occidente y del mundo), los judíos (de Israel y la Diáspora), los budistas
(de Bali, Tailandia, etc.), los hindúes (de Cachemira e India), los musulmanes
herejes (véase la tragedia cotidiana en medio oriente), los drusos, "los
ateos" (humanistas y laicos); los musulmanes que no aceptan la Yihad, las mujeres
emancipadas del mundo y el Estado de Israel.
¿Hasta cuándo esa triste, repetida y
nada perdonable escena de las sucesivas inauguraciones de la Asamblea General
de la ONU? -
donde el Presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, tiene ese raro deshonor de
manifestarle a la nada honorable asistencia y al mundo todo su odio y malos
augurios y como broche de oro un lamentable público que se pone de pie para
aplaudir obsecuentemente tan espantoso discurso.
En estos
tiempos que transcurrimos en nuestra querida Argentina se habla mucho de la
memoria, de ese preciado atributo que permite a nuestra limitada mente, retener
las experiencias e informaciones del pasado, organizarlas, almacenarlas y
evocarlas de acuerdo a las demandas internas y externas de lo que nos acontece.
Lógicamente,
se asocia a la memoria un término inevitable: la justicia. Sabemos que sin
memoria es imposible arribar a esa justicia pero la paradoja se acentúa
dramáticamente si intentamos conservar la memoria pero nos resulta imposible
alcanzar la justicia.
Un 18 de
julio de 1994 se produjo el trágico y todavía impune atentado a la sede de la AMIA, Buenos Aires,
Argentina, con sus 85 asesinados y cientos de heridos. Ahora se cumplió el
décimo octavo aniversario del “más sangriento atentado terrorista perpetrado en
la historia argentina”.
Una
prolongación indefinida de la memoria sin justicia a través de los tiempos,
abre las compuertas a una situación desesperante y violenta como si se
preservara para siempre la tragedia que dio lugar a dicha memoria.
Ha
transcurrido el tiempo, los medios de difusión sigue inundando nuestros oídos y
nuestras mentes de divagaciones y conjeturas. Un extenso y desafinado coro de
políticos y funcionarios públicos nos hacen declaraciones rimbombantes
prometiéndonos investigación, milagros y justicia. Mientras tanto la impunidad
y la indiferencia continúan reinando sombríamente, acompañadas de sus serviles
cómplices, la injusticia e la hipocresía.
La Justicia Argentina ha acusado formalmente a Irán y a la milicia chiíta
Hezbollah y ha solicitado la captura de Ahmad Vahidi, junto con otros cuatro
jerarcas iraníes a quienes se acusa de decidir, planificar y organizar el
atentado de AMIA, el 18 de julio de 1994 cuando un suicida de Hezbollah ejecutó
la trágica catástrofe.
El
gobierno de Irán rechazó sistemáticamente estas acusaciones mientras el prófugo
ministro de Defensa de Irán, Ahmad Vahidi, participó hace poco de un acto
oficial en Bolivia pero no pudo ser detenido por la inmunidad diplomática de la
que goza.
Las
evidencias responsabilizaron al Gobierno de Irán por el ataque, pero la causa
judicial está prácticamente estancada, sin detenidos ni acusados…. dieciocho
años después….
Mientras
tanto se produce un significativo aumento de las relaciones comerciales entre
Irán y Argentina que llegó a 1.197 millones de dólares comparado con los 30
millones de dólares de 2007. Irán adquirió recientemente 4.425.627 toneladas en
productos agrícolas argentinos, transformándose en el segundo comprador de los
60 mil toneladas de aceite de soja, el mayor comprador de maíz argentino y
cuarto entre los principales clientes de productos del agro, detrás de China,
India y la Unión
Europea.
En diciembre de 2011 causó una desagradable sorpresa en la Asamblea General de la ONU cuando el embajador argentino Jorge Argüello rompió con la tradición y permaneció sentado mientras el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad proclamaba sus deseos de destrucción y muerte hacia otros estados miembros contrastando con los años anteriores donde el asiento argentino había quedado vacío ante circunstancias similares.
Entre las graves secuelas que deja este trágico atentado queda una comunidad argentina impotente, confusa y desesperanzada y sobre todo penosamente dividida por intereses e internas políticas totalmente ajenas a esta tragedia que transcurre suspendida eternamente en el tiempo.
Mientras tanto estamos perdidos en el oscuro laberinto de la memoria sin justicia donde tendemos a confundir a hermanos con enemigos, porque:
En diciembre de 2011 causó una desagradable sorpresa en la Asamblea General de la ONU cuando el embajador argentino Jorge Argüello rompió con la tradición y permaneció sentado mientras el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad proclamaba sus deseos de destrucción y muerte hacia otros estados miembros contrastando con los años anteriores donde el asiento argentino había quedado vacío ante circunstancias similares.
Entre las graves secuelas que deja este trágico atentado queda una comunidad argentina impotente, confusa y desesperanzada y sobre todo penosamente dividida por intereses e internas políticas totalmente ajenas a esta tragedia que transcurre suspendida eternamente en el tiempo.
Mientras tanto estamos perdidos en el oscuro laberinto de la memoria sin justicia donde tendemos a confundir a hermanos con enemigos, porque:
Muchas
veces nos perdemos y no podemos encontrar el camino de vuelta a casa.
El
laberinto mental donde nos internamos se torna a menudo, demasiado confuso e
intrincado.
Entonces
comenzamos a ver visiones y espejismos y nos ponemos a pensar que nuestro
hermano, que a veces piensa diferente o a menudo ve los objetos de otro color,
es nuestro enemigo.
Y de
pronto comenzamos a mirarlo como a un enemigo y le decimos que es nuestro
enemigo y accionamos contra él como El Gran Enemigo.
Ya estamos
definitivamente prisioneros en las rejas del laberinto imaginario, convertido
en una lúgubre cárcel interna, con subjetivas rejas y fantasmales puertas
blindadas.
¿Pero, qué ocurre entonces con nuestros verdaderos enemigos?
Estos verdaderos enemigos desaparecen por arte de magia de nuestras mentes pues el árbol de la intolerancia ocultó definitivamente el GRAN BOSQUE DE LA REALIDAD.
¿Pero, qué ocurre entonces con nuestros verdaderos enemigos?
Estos verdaderos enemigos desaparecen por arte de magia de nuestras mentes pues el árbol de la intolerancia ocultó definitivamente el GRAN BOSQUE DE LA REALIDAD.
Dr. Guido Maisuls.
Buenos Aires, Argentina.
"En una época de
engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario" George Orwell.