Al llegar aqui, me encontré con una sociedad altamente globalizada, un aparato productivo con un excelente desarrollo tecnológico, un mercado laboral fuertemente competitivo y elitista, una sociedad con tendencias culturales acentuadamente orientados hacia los Estados Unidos. Todo muy alejado de los pioneros de los comienzos, de las experiencias comunitarias de los kibutzim, de la protección social del Sionismo realizador y del legado ético de épocas bíblicas.
Nunca me había imaginado que iba a experimentar ciertas vivencias en Israel, por ejemplo cuando afirmaba que el motivo de mi presencia en nuestra tierra es ser Sionista, la mayoría de las veces recibía las siguientes respuestas: debes ser el ultimo sionista o, eres una especie en extinción o que anticuado sos, llegaste tarde ya que estamos en la era del post sionismo.
En ese momento experimenté una eclosión de contradicciones, imaginen un ole recién llegado, entre un mundo interno de una Israel idealizada y un mundo externo con una realidad completamente diferente.
La idea del sionismo siempre se fundamentó en la profunda conexión entre el pueblo judío y su tierra, un vínculo que comenzó hace casi 4.000 años atrás cuando Abraham se estableció en Canaán, posteriormente conocida como la Tierra de Israel. Los anhelos por Sión y la inmigración judía continuaron en el prolongado periodo de exilio que siguió a la conquista romana y a la destrucción del Templo en el año 70 EC.
En el pensamiento sionista, siempre fue central el concepto de la Tierra de Israel como el lugar del nacimiento histórico del pueblo judío y la convicción de que la vida judía en cualquier otro lugar es una vida en el exilio.
Continúan vigentes las viejas premisas de que el Sionismo es el movimiento de liberación nacional del pueblo judío y que tienen como objetivos primordiales:
1. La unidad del pueblo judío y la centralidad de Israel en la vida judía
del mundo.
2. La reunificación del pueblo judío en su patria histórica, Éretz
Israel, a través de la aliah desde todos los países del mundo.
3. La preservación de la identidad espiritual, cultural e histórica del judaísmo.
4. La protección de los derechos de los judíos en todos los lugares donde vivan.
La sociedad Israelí esta transcurriendo por un proceso de crisis de identidad, signado también por grandes riesgos y contradicciones. Riesgos externos de enemigos que quieren destruirnos como siempre pero esta vez con la energía nuclear en juego. Contradicciones entre el país de los judíos como fue en su origen a convertirse en un país como todos, demasiado normal, demasiado occidental, demasiado capitalista, como tantos otros.
Los tradicionales paradigmas que hicieron posible que el ideal sionista se convirtiera en un Estado victorioso en una de las zonas mas salvajes del planeta, los viejos paradigmas de Hertz, de Jabotinsky, de Ben Gurion, de los pioneros se están agotando.
Llega la hora de nuevos paradigmas, que impulsen a Israel por un novedoso camino que concluya con muchas tareas comenzadas pero no concluidas:
Ø Eliminar definitivamente las amenazas de destrucción de nuestros enemigos de siempre.
Ø Continuar congregando a los judíos desperdigados por el mundo en nuestro hogar nacional.
Ø Desarrollar una sociedad vibrante y vital orientada a la justicia social, a la igualdad de oportunidades y a la paz comprometida con la vida.
Ø Erigirse como un ejemplo que se expanda a toda esta sufriente humanidad de hoy que es sometida permanentemente a las guerras, a las injusticias, al hambre, a la intolerancia, a la injusta distribución de los beneficios y a las miserias de esta época de globalización.
Necesitamos de un nuevo sionismo, heredero de todas las utopías y realizaciones anteriores, lo necesitamos los judíos y también lo necesita esta humanidad.
Herzl manifiesta, en ¨El Estado Judío¨ (1895): «el mundo se liberta con nuestra libertad, se enriquece con nuestra riqueza y se engrandece con nuestra grandeza».
Mientras sobreviva el ultimo sionista, como tu, como el o como yo; será el ultimo ejemplar de esta peculiar especie en extinción pero el futuro estará ahí, muy cercano, al alcance de nuestras manos.
"Si me olvidare de ti, oh Jerusalem, mi diestra sea olvidada. Mi
lengua se pegue a mi paladar, si no ensalzare a Jerusalem como
preferente asunto de mi alegría." (Salmos 137:5-6).