Querida Amiga Cristina Cantarelli (Caia)
Muchas gracias por tu magnífico poema, muchas gracias por "aquella paloma de Noé".
Guido Maisuls
Alambrado de púas
Llegaron con lo puesto porque el Estado había dicho que
se le proveería "de todo lo necesario para una nueva vida"...
Los que alcanzaron a leer, aquello de:
EL TRABAJO LOS HACE LIBRES pensaron que era verdad.
Sin embargo, todo el predio lo desmentía.
Los siniestros barracones, con ínfimas "comodidades", la tétrica luz
de las lamparillas que apenas alumbraban, como si tuvieran
vergüenza y dolor por lo que estaban "dando a luz"...
No importa el nombre del "lugar". Eran todos similares.
¿Acaso NO hay un solo Infierno?
Solo que a este Infierno no se llegaba por las eventuales "culpas"
cometidas a lo largo de una vida, sino simplemente por tener
una fé distinta, un pasado único, unos ancestros milenarios
que fueron seres totalmente distintos "al común".
Ahí se llegaba por ser un "pueblo elegido".
Elegido desde el comienzo de los tiempos por Dios... y elegido
en pleno siglo XX - una vez más - pero esta vez por el Imperio del MAL.
Y los días transmutaron en algo tenebroso... las noches quizás
se prologaban para ocultar la infamia sin nombre.
El dolor físico se hacía mármol en la nieve y el dolor del alma,
vagaba errante buscando inútilmente una flor que quisiera
albergarlo... un pájaro que lo acunara en su canto.
Ese dolor de muerte y la muerte misma se elevaban a un cielo
plomizo que mudo , guardaba celosamente, el inconmensurable
Misterio de Dios.
Hombres, mujeres y niños hicieron de sus gemidos un nuevo himno
a la Jerusalem dorada.
Un "Va pensiero" que sobre alas doradas, creció, inagotable.
Un himno que hoy es aún audible. Bien audible... no sólo en el Muro
sino dentro de muchas almas. Un himno que llega en todo tiempo,
al Uno que jamás olvida un nombre escrito en la Palma de Su Mano.
Nadie me lo ha contado.
Ni siquiera hay una foto que lo demuestre o sea testigo.
Sin embargo, yo sé bien que de cada púa, de aquellos alambrados
contenedores de muerte, caen lenta y acompasadamente...
una a una... las más puras lágrimas.
Que nacen una y otra vez, no sólo del dolor y la muerte, sino de una
inédita emoción... la de saberse eternas guardianas de la eterna
Batalla entre la Vida y la muerte.
El Combate hoy arrecia. Aunque muchos quieran creer que terminó
un 6 de Junio de 1944, en las playas de Normandía.
El campo de batalla es otro... el enemigo siempre se las ingenia para
cambiar día a día el decorado de la escena. No nos quiere aburridos,
sino sorprendernos... desprevenidos en el asombro que él nos provoca
con sus atractivas escenografías.
Pero el Enemigo, NO cambia. Es siempre el mismo.
Ahora es el turno de TODOS. Nadie puede excusarse de su rol de
soldado... no quedan muchas batallas por librar.
Ahora es UNA UNICA BATALLA.
La Batalla para establecer la dignidad humana, basada en el
respeto y el amor universal y no en este amor deforme... casi
inválido, que impera ahora.
Ahora el Infierno es más extenso en su predio: ocupa buena
parte del planeta.
La sociedad humana debería ya tener profunda desconfianza
de los estados que prometen "proveer de todo lo necesario para
una nueva vida". Tendría que saber bien - y en carne no solo
ajena sino propia - que es únicamente el SER el que provee lo
necesario para VIVIR.
El Hombre ha olvidado en su egoísmo suicida, que individualmente
es imposible lograr una profunda reforma social.
Y para unirse en comunidad (común-unidad !!), hay que saber
ejercer sentimientos de amor.
Es precisamente, el pueblo judío, el que ha dado muestras en
múltiples ocasiones, de saber dar la propia vida para que otro
semejante pueda salvar la suya...
Fué precisamente un famoso judío, oriundo de Belén, que supo
decir que "NO hay amor más grande que el de dar la vida por
los amigos"...
Repasando la Historia se comprueba que el "ojo por ojo
y diente por diente" no encamina a un futuro pacífico y feliz.
Son horas de apretar los dientes y resistir.
Tal como resistieron los que dejaron sus vidas y sus lágrimas
prendidas del alambrado de púas.
Como también lo supo hacer, un hombre - delgado como un fleco- que
se llamó Gandhi...
La soberbia inglesa... ni la del resto de planeta, podía suponer que
ese hombre de pequeñas proporciones físicas, podía llevar a la
India a su total independencia del Imperio Británico.
Pero él tenía un poder interior, casi atómito.
Ese poder que nace de saberse defensor de una existencia no solo libre,
sino digna y justa.
Una existencia basada en el amor a su país, a su prójimo y porque no,
un amor (aunque fuere básico) hacia aquellos que lo obligaron por
generaciones a ser un felpudo humano.
De esto se trata la Gran Batalla: de recuperar un poder interior en cada
hombre que desee conquistar la libertad.
Un poder que no se expresa en voces y gestos histéricos, en gueras
crueles ni en bombas humanas.
Todo lo contrario... es un poder que hace de las almas que desean
el bien, un suerte de Paraíso blindado a prueba de odios.
Ahora el alambrado de púas contornea a ese vasto Infierno;
muchos ojos vivientes dejan caer sus lágrimas en él...
y aunque son saladas han fecundado almas sin odio.
Es probable que vengan, una vez más, días amargos...
días de la ira de Dios.
Pero el mismo Dios nos prometió que siempre que Él vea el
Arco iris, recordará que NO destruirá a la humanidad...
Muchos podrán ver entonces, aquella paloma de Noé, que
sobrevolando por aquellos alambrados de púas, vuelve
feliz con una ramita de olivo para toda la Humanidad.
Se me hace que Dios la está esperando con ansias...
Yo también.
SHALOM!
CRISTINA CANTARELLI
(CAIA)
Punta del Este, Uruguay.
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