21 de junio de 2011

LA PRIMAVERA ISRAELITA


Américo Figueroa
 
Defenderse no implica quedarse inactivo.  Tampoco ametrallar a hordas enloquecidas.  Defenderse significa ir adoptando, ir previendo acciones imaginativas, innovadoras en la faz militar y diplomática, pasar a la ofensiva con inteligencia, audacia y recursos específicos, ir previendo la virulencia de los ataques en cada uno de los frentes seguros o probables, planificar métodos de anular o amortiguar los mismos,  anticiparse a los movimientos de los adversarios y ganar la iniciativa.  Esto se llama elaborar estrategias, prever y planificar antes de ponerlas en acción anticipándose a la acción misma.
 
La historia de Israel, desde un comienzo, nos da lecciones de estrategia anticipada, preparación, anticipación e iniciación de las acciones antes de que la acción empiece.
 
Hace tres mil quinientos años Egipto era la potencia más grande de Medio Oriente. Acababa de morir el temido Tutmosis III, el gran conquistador, victorioso de diecisiete campañas exteriores y dejaba en herencia a su sucesor Amenofis II, hacia el -1440 el ejército más poderoso y organizado, y le entregaba un imperio sumiso consolidado por la guerra y obediente bajo el terror.
 
En  ese contexto, ¿cómo  liberar a las  tribus  hebreas y  a la vez anular  la  capacidad  de  reacción  del  gigantesco   y   temible adversario?
 
En primer lugar, preparar la estrategia diplomática y militar con una anticipación de cuarenta años en el destierro.  Esperar el momento propicio, la muerte del implacable Tutmosis III, el faraón que lo desterró, y encarar las negociaciones ante el nuevo e inexperto heredero.  En segundo lugar, un comando unificado y un ejército entrenado, en ese caso veintidós mil soldados levitas –los miembros de su propia tribu- armados y preparados para la acción. El líder de la operación decidió operar en dos frentes, el diplomático ante el rey y el militar representado por la concreción de ataques sucesivos y planificados. “Moisés no hubiera podido imponer sus decretos sin el apoyo de las armas” (“El príncipe”, Maquiavelo, capítulo VII).
 
Ante la negativa del faraón de liberar al pueblo hebreo, el político que décadas antes había sido el Jefe del Gobierno egipcio, el constructor de canales, diques y reservorios, encargado de llevar  el agua a los campos y ciudades, planificó contaminar las que llegaban a los canales, reservorios y abrevaderos. Para sorpresa de los egipcios, el Nilo comenzó a traer muerte en lugar de vida. Primera plaga o castigo, a los que siguieron, luego de empecinarse el faraón en castigar la “primavera israelita”, otras cinco consecuencias naturales de una misma causa: muerte de animales, descomposición, larvas, moscas, pústulas e infecciones.
 
En vista de la negativa a negociar persistía, quien había sido padre de los  alimentos, constructor de silos y graneros, planificó el incendio de las reservas de granos. Ante los siguientes “tres no” de Tebas, el ex jefe de los trabajos agrícolas hizo incendiar el ochenta por ciento de los cultivos que estaban listos para cosechar.  En vista de la falta de respuesta a sus demandas, quien era supervisor de los carros y armamentos, saboteó las ruedas de los cientos de carros de guerra, “que sólo podían avanzar con gran dificultad”, anticipándose a la persecución de los liberados.
 
El que fue guardián de la casa del oro y de la plata obtuvo la indemnización de su pueblo luego de cuatrocientos treinta años de servicios gratuitos a Egipto, entre otras varias iniciativas planificadas y brillantemente ejecutadas.  Nada de esto hubiera sido necesario si el faraón hubiera dado su visto bueno al primer reclamo y justa demanda de la libertad del pueblo de Israel.
 
Creo que si hay alguna forma de evitar que la “primavera árabe” se desvíe indebidamente hacia Israel que no tiene nada que ver con ella la respuesta es diplomacia, previsión, estrategia, anticipación y acción.
 
 
Américo Figueroa

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