22 de agosto de 2010

Carta a Daniel Barenboim. El alma judía

Estimado Daniel Barenboim:

Tu nota publicada en el Diario Clarín el jueves 15 de mayo del 2008, se nos presenta como una mitificación idealizada de la verdadera realidad de este conflicto casi eterno en la que se ve permanentemente afectada la seguridad de nuestra querida Israel, aun es más que esto; aporta supuestas pautas y opiniones que deslegitiman los derechos elementales y básicos de Israel a defenderse de los espurios intereses del fundamentalismo islámico y de los antisemitas de siempre que solo intentan destruir esta realización histórica que es la existencia y continuidad de nuestro hogar nacional en esta tierra donde nuestros antepasados forjaron nuestra cultura e identidad nacional.

En ciertos aspectos tienes mucha razón, pues no hay una solución militar para la región. En 1947 la O.N.U. vota a favor de la partición de Palestina, opta por dos estados, los árabes la rechazan violentamente porque quieren uno solo, una Palestina sin judíos y la solución militar la inventaron ellos. El diabólico uso de las armas para mutilar y destruir a otros seres humanos se ve alimentado permanentemente y desde hace mas de cien años por la obstinación fundamentalista de líderes, gobiernos e ideólogos árabes y palestinos; de no tolerar la mera existencia de un estado judío y democrático en la tierra de nuestros antepasados. Tú sabes muy bien que lo han intentado infructuosamente y esa ha sido el único obstáculo para la paz y la convivencia pacífica en esta maltratada zona del mundo.

Tu visión idílica y romántica de Jerusalén, de Israel y de tu patria como opinas, es una imagen petrificada o congelada en el pasado, que no logras darle vida y continuidad real en el presente y que no puedes proyectarla de ninguna manera al futuro debido a haber interrumpido por alguna razón, tus lazos de pertenencia y solidaridad con tu comunidad de origen, que quizás luego no logra evolucionar con la dirección que tu idealizabas pero que de alguna manera te otorga tu actual identidad tanto como persona y como artista, aunque la rechaces y la niegues.

Pienso como tú que se puede adherir a mas de una identidad, siendo yo actualmente israelí en ningún momento renuncié a mi Argentina pues ella es una buena parte de mi vida, de mi formación humana y de mi identidad personal pero en tu caso es incomprensible pues aceptas la nacionalidad de una entidad como la Palestina, en la que no vives, no conoces, no tienes lazos de pertenencia real y que a pesar de los artilugios diplomáticos oportunistas jamás renunció a la lucha armada para destruir a tu comunidad de origen y en los hechos nunca aceptó reconocer con todas las letras su existencia. Tienes definido acaso ¿A cuál de los dos mundos perteneces? ¿A la Autoridad Nacional Palestina? ¿A Israel? ¿A los dos?

Eres realmente un artista y no hay lugar a dudas pues tu talento es indiscutible pero no creo que seas un ingenuo pues sabes que estás hablando de política y que no tiene nada que ver con ser humano y creador, no te aproveches de esto y no utilices tu fama y celebridad para situaciones que no tienen nada que ver con ellas, no es leal ni ético.

No olvides de que este estado social e idealista del que hablas, estuvo en sus primeros pasos a punto de ser destruido totalmente y su población judía a ser masacrada y/o echada al mar Mediterráneo, como una mera continuación del holocausto nazi.  Se lanzaron sobre el flamante Israel, varios y poderosos ejércitos de los países árabes vecinos, con la expresa colaboración de tus idealizados palestinos de aquel momento. No deseo decepcionarte pues si esto hubiera ocurrido realmente, nunca hubieras jugado fútbol en las calles de Tel Aviv.

¿Tú crees que los palestinos existieron como pueblo en épocas pasadas? ¿O que los crearon políticamente luego de la independencia del estado de Israel como una necesidad para deslegitimar? ¿Son realmente los palestinos más originarios de estas tierras que los judíos? ¿Los judíos nunca tuvimos nada que ver con estas tierras? ¿El regreso de los judíos a su patria ancestral es imperialismo? ¿Es el Sionismo sinónimo de imperialismo y racismo? ¿Tú crees realmente en esto?

Nadie puede poner en tela de juicio tu sentir de no encontrarte cómodo en Israel desde 1960, si bien es cierto de que a partir de esa época Israel se fue alejando del ideario socialista y en esos otros lugares que tu elegiste para vivir como Londres y París, Chicago y Berlín, sean muy interesantes pero distan mucho de ese socialismo social y humanista que tanto añoras y por cuya carencia inválidas a Israel como un buen lugar para vivir. ¿Acaso crees que Ramala, Yenin o Gaza representan alternativas de dignidad e idearios de vida más atractivos, más auténticos y más éticos que la moderna Tel Aviv o que la agredida Sderot?

Podemos tener más o menos idea de cómo viven los palestinos en Nablus pero sus dirigentes y mentores son los únicos responsables de que no posean restaurantes, cafés y cines, ellos no tuvieron la mas mínima y lógica voluntad de trabajar para mejorar la calidad de vida, solo les interesaron las grandes y copiosas donaciones internacionales para engrosar sus cuentas bancarias en Suiza y comprar los explosivos y las armas más letales posible para ser utilizadas luego sobre los inocentes ciudadanos israelíes, solo se empeñaron en crear mas y mas terror, en fabricar bombas humanas suicidas y misiles del más largo alcance posible para destruir la innegable y evidente realidad de ese Israel indeseado y negado, siempre trabajaron incansablemente para ser las eternas víctimas y crear con algo de éxito esa espantosa imagen del israelí cruel y sanguinario, haciendo palidecer de envidia a muchos de los declarados anti sionistas y antisemitas del mundo.

Israel, ingenuamente, se retira de Gaza, dejando abierta un gran oportunidad y creando un gran desafío para que sus habitantes palestinos logren salir de esa ciénaga, hoy ya no hay ocupación israelí, no hay asentamientos israelíes, no hay un solo judío en toda la Franja. ¿Y qué hacen los palestinos? Lanzar misiles que matan y mutilan a inocentes civiles. Pudo más la opción del terror, pudo mas someter a Sderot, Ashkelon y todo el Neguev occidental a un fusilamiento letal y despiadado de sus pobladores, mujeres, niños y ancianos e increíblemente ante esta terrible realidad tú dices que Israel alimenta el odio. Tú sabrás lo que dices pero yo no logro comprenderte.

Daniel, despreocúpate, la inteligencia judía goza de muy buena salud y se encuentra en su lugar habitual; la justicia y el amor de los que hablas, siempre fueron y serán un atributo de nuestro pueblo y este conflicto se solucionaría mucho más rápido si también estos fueran los atributos de los Arafat, de los Al Aqsa y de los Hamas.

Yo también, al igual que tu, soy optimista en el largo plazo y creo que todos los seres humanos somos iguales. Es mi ferviente deseo de que este conflicto termine devorando al terror, a la Intolerancia, a la irracionalidad, al odio gratuito y al auto odio.



El alma judía está por encima de estas mezquindades, el alma judía existe desde hace milenios y continuará así inalterable por toda la eternidad.

Saludos cordiales.


Guido Maisuls
Kiriat Bialik, Israel, IL
http://cartasdesdeisrael.blogspot.com/



Si no soy yo ¿quién?, si no es ahora 
¿cuándo?
(Hillel)


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El conflicto en Oriente Medio está devorando el alma judía
No hay una solución militar para la región sino una pragmática y a la vez sensible: la existencia del Estado israelí y el palestino. Es la única vía para recuperar las mejores ideas que lograron forjar a Israel hace sesenta años.
Por: Daniel Barenboim
Fuente: PIANISTA Y DIRECTOR DE ORQUESTA
En las paredes de mi vestuario de la Staatsoper de Berlín hay fotografías que me recuerdan lo que veo cuando miro por la ventana de mi casa en Jerusalén. Están un poco descoloridas y en algunas partes el papel se está deshaciendo, pero es fácil reconocer las vistas: la Ciudad Vieja, la Mezquita de la Roca con su refulgente cúpula, los muros, las puertas. A veces me siento aquí antes de actuar, observo esas fotografías y pienso en Jerusalén, en Israel, en mi patria. La situación en Oriente Medio me resulta demasiado cercana, es demasiado personal como para que pueda caer en el sentimentalismo.

Desde 1952 poseo pasaporte israelí. Desde que tengo 15 años viajo por el mundo en mi calidad de músico. He residido en Londres y en París, y durante años he vivido entre Chicago y Berlín. Antes de tener pasaporte israelí, lo tenía argentino; y después adquirí el español. Además, en 2007 me convertí en el único israelí del mundo que también puede enseñar un pasaporte palestino en los puestos fronterizos israelíes. Soy, por así decirlo, una prueba patente de que sólo una solución pragmática basada en la existencia de dos Estados (o, mejor aún, aunque suene absurdo, una federación de tres Estados: Israel, Palestina y Jordania) puede llevar la paz a la región.

¿Cómo respondo a quienes me dicen que soy ingenuo, sólo un artista? Les digo que, aunque de niño estreché la mano de Ben Gurion y de Simon Peres, no soy un político: lo que siempre me ha interesado es la humanidad, no la política. En ese sentido, me siento capaz de analizar la situación y, como artista, especialmente capacitado para hacerlo.

Tanto mis abuelos paternos como maternos eran judíos rusos que huyeron a Buenos Aires durante los pogromos de 1904. Cuando llegaron al puerto de Buenos Aires, a mis abuelos maternos (él con 16 años, ella con 14), después de una espantosa travesía, les anunciaron que sólo las familias podían desembarcar, porque el cupo de solteros ya estaba cubierto. Los dos estaban solos y mi abuelo agarró a mi abuela y le dijo: "¡Casémonos!". Y así lo hicieron. Una vez en tierra, cada uno se fue por su lado. Después de dos o tres años se reencontraron por casualidad, se enamoraron y pasaron el resto de su vida juntos.

Esta abuela era una ferviente sionista. Ya en 1929 se fue a Palestina durante seis meses con sus tres hijas -entre ellas mi madre, entonces de 17 años- para comprobar si se podía vivir allí. Por su parte, la familia de mi padre estaba totalmente asimilada: para ellos, la Tierra Santa no tenía importancia, por lo menos hasta que descubrieron mi talento musical. De repente, para mis padres cobró importancia que yo, en mi calidad de futuro artista, debía crecer dentro de una mayoría y no de una minoría ubicada en algún punto de la diáspora judía. La familia Barenboim decidió emigrar a Israel.

En 1952 llegamos a Israel. Era invierno, el año escolar ya había empezado, y yo tenía que aprender otro alfabeto y otro idioma. No fue nada fácil, pero, como era un chico poco complicado y extrovertido, no tardé en adaptarme. ¡Imagínense que fue precisamente en las calles de Tel Aviv donde aprendí a jugar al fútbol!

Si hemos de atenernos a los hechos, no he pasado períodos muy prolongados en Israel. Estuve allí sólo entre 1952 y 1954, y desde 1956, hasta comienzos de los sesenta. Cuando no acudía al colegio, estaba de gira dando conciertos en Zurich, Amsterdam o Bournemouth.

En los años 50, Israel era el Estado más social e idealista que se pudiera imaginar. Fue una suerte que el país y nosotros fuéramos jóvenes al mismo tiempo. El Estado evolucionaba literalmente ante nuestros propios ojos y alimentaba nuestro idealismo, nuestro compromiso diario, nuestro trabajo.

La izquierda israelí, el Partido Laborista, estuvo en el poder hasta 1977, algo que se olvida con frecuencia. Fueron 29 años. ¿Y por qué? Después de la Guerra de Independencia de 1948, los tradicionalistas no tenían nada que hacer, puesto que la contienda ya estaba ganada. Los judíos religiosos seguían esperando al Mesías. De manera que lo que quedaba eran los socialistas. Los vientos no cambiaron hasta después de la Guerra de los Seis Días de 1967. La idea de un Israel de base perdió pie. De repente, había mano de obra más barata procedente de los territorios palestinos y, no mucho después, aparecieron los primeros millonarios israelíes. El sistema socialista perdió su equilibrio; la concepción del Estado se tambaleó.

Después de 1967, Israel volvió mucho más la vista hacia Estados Unidos, no necesariamente para su propio beneficio. Los tradicionalistas decían: "No abandonaremos los territorios recién ocupados". Los judíos religiosos, que no eran "territorios ocupados sino liberados, son territorios bíblicos". Y de esta forma se selló el fin del socialismo en Israel. Desde entonces, la política internacional ha instrumentalizado el conflicto de Oriente Medio.

Llevamos décadas leyendo titulares sobre explosiones de violencia. Las guerras y las acciones terroristas se suceden. Con la guerra de Irak y el conflicto con Irán, apenas se leen noticias sobre el asunto, lo que es todavía peor. Muchos israelíes sueñan con despertarse un día para ver que los palestinos se han ido, y éstos con lo contrario. Ni uno ni otro bando pueden diferenciar ya entre el sueño y la realidad, y, psicológicamente, éste es el quid del problema.

Desde la década de 1960 no me siento cómodo en Israel. Por supuesto, es mi patria; mis padres vivieron allí y ambos están enterrados en Jerusalén. Siempre que ha habido guerra en Israel, he tocado en el país: en 1956, 1967 y 1973. La música ha sido mi lengua, mi arma. Sin embargo, después del Septiembre Negro de 1970, Golda Meir dijo: "¿Por qué se habla de los palestinos? ¡Nosotros somos el pueblo palestino!" En ese momento caí en la cuenta de que esa posición era moralmente inaceptable. Sí, los judíos tenían derecho a un Estado propio y también a este Estado concreto. El Holocausto y la culpabilidad de los europeos después de 1945 incidieron aún más en esa reivindicación. Sin embargo, se olvida con demasiada facilidad que existía un sionismo moderado y que desde el principio personas como Martin Buber declararon que el derecho a tener un Estado judío debía hacerse aceptable para la población local, para los no judíos.

En la actualidad, muchos israelíes no tienen ni idea de lo que sienten los palestinos, de cómo es la vida en una ciudad como Nablus, una prisión con 180.000 reclusos en la que no hay ni restaurantes, ni cafés ni cines. ¿Qué ha ocurrido con la famosa inteligencia judía? Ni siquiera estoy hablando de justicia o de amor. ¿Por qué se continúa alimentando el odio en la franja de Gaza? Nunca podrá haber una solución militar, porque dos pueblos luchan por una sola tierra. Por fuerte que sea Israel, siempre sufrirá inseguridad y miedo. El conflicto se devora a sí mismo y al alma judía.

Quisimos hacernos con tierras que nunca pertenecieron a los judíos y construir en ellas asentamientos. En ese hecho, los palestinos ven, y con razón, una provocación imperialista. Su resistencia, su no, es absolutamente comprensible, pero no los medios que utilizan para llevarla a cabo, ni tampoco la violencia o la inhumanidad indiscriminada.

A mediano plazo, soy pesimista respecto a Oriente Medio, pero a largo plazo soy optimista. O encontramos una forma de vivir con el otro o nos matamos. ¿Qué es lo que me da esperanza? Hacer música. Porque, ante una sinfonía de Beethoven, el "Don Giovanni" de Mozart o "Tristán e Isolda" de Wagner, todos los seres humanos son iguales.



Copyright Clarín y The Guardian, 2008.


1 comentario:

Errata y errata dijo...

Qué fácil es juzgar desde lejos, qué fácil es odiarnos, de afuera todos tienen la solución perfecta y el conflicto se limita a nuestro orgullo ilimitado. No; no somos santos. No estamos exentos de culpa pero los invitaría a todos los de afuera a que vengan a informarse un poco más antes de abrir la boca. Soy de izquierda, pacifista y quiero una paz inmediata. Pero una paz que nos convenga a ambos lados, no a la paz que me convierte en esclava de las opiniones internacionales que aquiparan el Hamas con un movimiento de liberación legítimo. Es más, sería felíz si pudiesemos vivir juntos en una misma Tierra. Pero como eso es imposible no puedo más que estar de acuerdo contigo en todo lo que dices. Nos odian porque somos fuertes, nos odian porque no renunciamos a nuestros derechos. Hasta diría que nos envidian por ser un pueblo especial, no mejor, no peor pero distinto. Y lo distinto da miedo y si encima de ser distinto es fuerte y tiene poder tanto peor. El conflicto puede que alguna vez se supere, puede que la paz llegue. Ojalá ! No hay cosa que más desee para mis hijos que dejarles un país libre de guerras y despotismo. Pero el odio que nos tienen jamás dejará de existir pues siempre habrá gente que tema al que se ve, piensa, opina o siente de una manera "extraña". iempre habrá xenofobia, homofobia y fobias de todo tipo. Así es el hombre. De mientras, espero que seamos más los que aspiramos a un mundo de tolerancia y respeto que los locos fundamentalistas y extremistas.
Un abrazo,