6 de abril de 2011

La Patria muere en Malvinas




Pablo Hupert
www.pablohupert.com.ar



La Nación de antaño no existe más, ni la de Mitre ni la de Jauretche.  ¿Seguiría viva la Patria si no fuera por esa locura que se les ocurrió a los milicos argentinos?

Hoy se cumplen años del desembarco en Malvinas. Estamos viendo en los medios algunos reportajes a ex-combatientes. Se exhibió la película Iluminados por el fuego, donde se ven la desprotección y el desamparo de los soldados argentinos. Por ejemplo, estaban en esas australes y frígidas tierras con zapatillas Flecha, las zapatillas de lona baratas que se usaban en aquella época, y bastante mal abrigados.

Cuentan que los soldados ingleses, al capturarlos o al recibirlos luego de la rendición, comentaban que no podían creer que estos argentinos hubieran combatido tan mal abrigados y tan mal armados. Por otra parte, la jerarquía militar no distribuía la comida, la robaba, y los soldados tenían que robar ovejas para comer. Por robar ovejas, los castigaban estaqueándolos desnudos; a veces, además, no tenían la posibilidad de cocinar esa oveja y, por comerla cruda, a un combatiente le agarró lo que sería la enfermedad de la vaca loca pero en la oveja.

También cuentan de militares de carrera huyéndoles a las balas y mandando al frente a los conscriptos, o conscriptos viendo que se acercaban unos barcos a la costa, diciendo: “Nos van a tirar con todo, general”, y el oficial respondiendo: “¿Le parece?”, teniendo que esperar que esas manchas que se divisaban en el horizonte se convirtieran en barcos cercanos disparando balas de cañón, haciendo estragos en las filas argentinas (si es que eran filas todavía).

En breve, lo que se ve es una gran irresponsabilidad por parte de la cúpula militar al mandar a estos pibes ahí. La aventura militar de reconquistar las islas Malvinas, con la que se podía tener alguna afinidad, se convierte en una aventura incluso en el sentido de poner en riesgo, sin precauciones, a los vástagos de la Patria. No se trataba sólo de que se luchaba contra un enemigo con experiencia multisecular de pirata, sino que se mandaba a los propios con la mayor desprotección, sin equipamiento en cuanto a armas, conocimiento, vestimenta, entrenamiento, organización logística[1] y sanitaria, y sin el liderazgo moral o la experiencia de los militares de carrera.

Luego, esos excombatientes fueron abandonados a su suerte (o a su mala suerte) tanto en el sentido económico de no recibir una pensión como en el sentido de no recibir atención psicológica ni recibir honores de ningún tipo. La guerra de Malvinas nunca fue procesada, no sólo por la falta de una atención individualizada a los excombatientes sino también por la falta de una atención social a la derrota y a la vergüenza argentinas.

En suma, se puede decir que en la guerra de Malvinas no sólo hubo inconciencia, no sólo hubo maldad y corrupción. También hubo negligencia, indolencia, ignorancia. Dicho por la calle: “esa guerra no tenía pies ni cabeza”.

Estamos ante una guerra que no fue un gesto heroico, una lucha patriótica, sino una guerra que se sabía perdida de antemano, una guerra en donde la Patria muere: no sólo mueren los soldados, no sólo se pierde la guerra, también muere y se pierde la Patria. Las arengas de los oficiales a sus soldados incluían siempre vivas a la Patria. En la enunciación de esos vivas siempre estaba también, prácticamente, la muerte de la Patria. Fue la única ocasión en el siglo XX en que los milicos tuvieron oportunidad de pelear contra un enemigo externo, y al hacerlo,  los muy ineptos, mataron a la Patria.

Las Malvinas fueron el lugar histórico donde se operó la muerte de la Patria, el lugar donde la Patria –versión femenina del Padre, versión materna de Dios– dejó de cuidar a sus hijos. Patria parece ser el sustantivo abstracto de padre, y cuando la Patria no cuida a sus hijos (como a los pibes en 1982), deja de ser patria; cuando la Patria no cuida a sus hijos en una pérdida (como a los excombatiententes desde entonces), deja de ser tal.

Y una pregunta se impone, entre ingenua e ilusa: ¿seguiría viva la Patria argentina si no fuera por esa locura que se les ocurrió a los milicos argentinos? Lo primero que hay que decir es que tampoco los gobiernos democráticos tomaron a su cargo el procesamiento de la derrota: ni el particular del excombatiente ni el social de la Patria derrotada. Aun así, la pregunta insiste, y es que uno dice que tal vez los gobiernos democráticos recibieron la secuela dejada por los milicos (esta secuela de una patria abandonada en una guerra perdida), y ya no daban las condiciones como para que el Estado se hiciera cargo de los huérfanos dejados por la guerra. Y a esto respondería que es difícil decirlo, pues da la sensación de que, ya cuando los milicos encararon esta guerra, su lazo con la entidad patria estaba roto.[2]

Toda esta idea de la derrota de Malvinas como pérdida de la Patria, de alguna manera continúa una impresión que tuvo IL, que le escuché decir en algún momento y que no podía argumentar mucho, pues era una mera impresión, de que Argentina entra en la posmodernidad con la guerra de Malvinas. Era difícil de argumentar porque todo el tema de la guerra de Malvinas permaneció, después de la guerra, siempre tras un manto de neblina. Salvo por la película Los chicos de la guerra, y luego el feriado del 10 de junio, poco fue lo que se elaboró y se dijo, más o menos abiertamente, sobre la guerra de Malvinas.

A este silencio, a ese abandono de los excombatientes, se los llamó desmalvinización. Habría que ver por qué después, de la desmalvinización, desde el año pasado (2005), asistimos a una ‘des-desmalvinización’, y empezamos a ver en los medios masivos testimonios de excombatientes, denuncias de la irresponsabilidad milica, etc., etc. Hasta el momento lo único que se decía de la guerra de Malvinas era cómo los milicos se robaban las donaciones, la comida y demás, y que gracias a esos chicos había retornado la democracia. Esto se decía por lo bajo y no se lo podía pensar. Tal vez sea el momento de pensarlo, y tal vez ahora que es otro momento, el momento de des-desmalvinización, lo podemos pensar. Veremos.

PS: un tal Mosse, citado por Bauman en el capítulo 2 de Vida líquida, dice que los estados nacionales “nacionalizaron la muerte”, haciendo que la muerte de un soldado fuera la muerte por su nación, por su patria. Diríamos que los estados nacionales hicieron que ningún soldado cayera sin sentido. Ahora bien, Argentina no ha dado un sentido nacional (ni ningún otro sentido digno o épico) a las caídas de Malvinas. Lqqd.

Lectura al pasar el 06/03/09: Malvinas aparece como derrota del soberano:
“‘El Estado Mayor Conjunto comunica a la población...’ y luego venía el comunicado, y con él la presentida la derrota, la equivocación era pensar que sólo llevaba un mes, cuando en verdad tenía varios años. Era la derrota de nuestros cuerpos soberanos, silenciosos, subyugados, adormecidos, acompañado por un congelamiento subjetivo, más profundo que el “otro”, el de las rocas de mierda y nuestra ínclita mierdez… Era la democracia conquistada, como precio de nuestra subjetividad entregada.”[3]


[1] Muchas veces la comida no llegaba a los soldados no por haber sido robada sino por haber sido debidamente almacenada y no haber llegado a ser distribuida. [2] Aquí la pregunta sería si fue la guerra la que descompuso el lazo patriótico argentino o si ese lazo patriótico ya estaba roto desde antes, por ejemplo desde el 24 de marzo del 76 o antes.
[3] Gabriel Erdmann, “Imágenes del Proceso”, 29/1/07. http://humanobsas.blogspot.com/2007/01/imgenes-del-proceso-por-gabriel-erdmann.html


La Patria muere en Malvinas 

Pablo Hupert
www.pablohupert.com.ar

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