15 de julio de 2008

Yo fui una niña del Holocausto

Una historia verídica

 

 

Hace un tiempo conocí virtualmente a Noemí, que vive en Yokneam Illit, Israel. Cuando envié una solicitud de opiniones sobre libros para una investigación literaria que estoy realizando, me contesta que ella se identifica con Ana Frank porque también fue una niña del Holocausto. Por todo esto tengo la profunda satisfacción de compartir con todos ustedes su emocionante y verídica historia.

 

Dr. Guido Maisuls

 

Yo fui una niña del Holocausto

 

Por Noemí Bentancur

 

Yo fui una niña del Holocausto, la mayoría de los niños fueron asesinados pero yo existo para contar al mundo lo que es vivir siempre en silencio, con miedo, con dolor…perdiendo hasta la propia identidad en esa inmensa oscuridad para contar lo que es aprender a sobrellevar todo, no creer en nada ni en nadie y tratar de todas formas en salir adelante, sin confianza pero con fuerza.

 

Mis padres consiguieron un certificado para venir a Israel y así lo hicieron  enseguida de haberse casado en Polonia. ¿Qué sucedió después? no lo sé con certeza pero creo que lo importante es saber que estando embarazada, mi madre decidió volver a Polonia para traer a su familia. De allí ya no le permitieron salir, lo cual selló su destino y el mío, yo nací en Varsovia, con el nombre de Zarenka [Sara], en el año 1937, en casa de mis abuelos paternos.

 

Cuando tenía tres  meses mi madre me llevó  a la granja que su familia poseía desde hacía ocho generaciones en Leoncin, me dejó  y se fue, es de allí que tengo mis primeras memorias.

 

Mi madre venía de vez en cuando a visitarnos, nunca pregunté por qué no tenía padre, me alegraba creer que  en lugar de ello tenía dos madres: una que venía  a visitarme y otra-mi tía- que me daba todo su cariño. Uno de los primeros "mensajes" que recibí desde entonces fue no preguntar y no escudriñar demasiado.

 

Cuando la amenaza de los nazis fue concretada, mi madre nos escondió en uno de los tantos pozos que se habían construido en la tierra. Era un pozo cerrado y oscuro en el que no hablábamos y nos movíamos con  dificultad, todas las noches mi tío traía dos baldes, uno con algo de comida (papas, leche) y el otro para las necesidades luego subía los dos ya usados.

 

Es difícil describir y explicar lo que se siente al estar en esa oscuridad, sin hablar porque hacerlo significaba morir, sentir qué era la guerra sin saber el significado mismo de esa palabra.

 

Después de casi dos años, mi madre consiguió salvarme, un momento antes de que los nazis nos quemaran vivas como hicieron en otros pozos de donde salían terribles gritos de dolor. Un joven del movimiento del cual mi madre era partisana me llevó en brazos junto con otra niña que estaba con nosotras, mi madre me dio un beso y me puso en sus brazos, fue la última vez que la vi  y para mi la ecuación era muy clara, si me dan es porque no me quieren...

 

Mi madre  luchaba su propia guerra en los bosques y así pudo organizar mi escape pero yo, Sara, una niña pequeña no lo podía comprender; durante largos meses huíamos constantemente junto a otros niños que habían recogido en otros sitios por los bosques de Polonia, caminando y con los pies sangrantes, otras veces en camiones que nos esperaban y viajábamos ocultos y tapados con paja.

 

En el bosque, mi nombre de nacimiento, Zarenka, quedó sepultado; el muchacho que me había salvado  me tocaba el pecho y repetía "Nina, Nina", con lo que comprendí que ese debía ser mi nuevo nombre. Zarenka había quedado en el pozo.

 

De noche caminábamos, al amanecer nos ocultábamos para descansar escondidos entre los arbustos.  En el bosque sucedieron muchas cosas que una niña pequeña no debería sufrir, cosas que no quiero recordar. Después de un largo recorrido, el muchacho que yo creí me quería como una hermana, sin decir palabra, me dejo en custodia de otra persona; nuevamente sentí que no me querían y por eso me entregan, el muchacho desapareció sin que tuviera tiempo de darme cuenta.

 

No sé claramente cómo,  el hombre me llevó a un barco, era bueno  y me hablaba seguido en un idioma que no conocía; nunca olvidaré su rostro, con las mejillas rojas, un ojo más grande que el otro y el cabello canoso. Viajamos a la Argentina y me dejo en un orfanato, después de un tiempo vino  otra vez a verme ¡no se había olvidado de mí! Con él venía una pareja que me adoptó y me llevó al Uruguay, cuando yo tendría cerca de siete años.

 

Me adoptaron, según explicaron más tarde, porque me parecía físicamente a su hijita, que había fallecido, mi madre adoptiva no podía tener más hijos; ellos llegaron a mi  por  medio de un tío de mi padre adoptivo que vivía en Francia y ayudaba a sacar niños judíos. La familia era católica, pero pudieron adoptarme por medio de este tío, no sin antes prometer que sólo con un judío podría casarme.

 

Ya en el barco y camino al Uruguay, vestida por primera vez con un hermoso trajecito y un moño rosado en la cabeza, empezaron a llamarme Noemí.

 

Mis nuevos padres no estaban dispuestos a escuchar la palabra 'holocausto', me exigieron borrar mi identidad anterior y recibir la nueva rápidamente; Noemí, la niña muerta-viva, salía de un pozo para entrar en otro.  Me tiñeron  el cabello, para que se pareciera al de Noemí y no me permitían hablar con otros niños hasta que pasaron unos años, por miedo a que la farsa fuera descubierta. Cuando tenía aproximadamente 13 años me enviaron a estudiar inglés, allí conocí a un muchacho unos siete años mayor que yo y con el correr de los años, nos fuimos enamorando y cuando yo tenía 17, contra viento y marea, nos casamos.

 

Sentí que era la primera vez que me querían por mi misma y nací de nuevo. Después de un año mis padres adoptivos nos recibieron y nos dieron cariño y todo lo que poseían. Tuvimos  dos  hijos y poco tiempo después de fallecer mis padres adoptivos, viajamos a radicarnos en Israel y sentí que mis sueños se realizaban: tenía esposo, hijos y todos míos, aquí comencé nuevamente mi vida.

 

En el año 1994,  mi hija que vivía en Haifa, leyendo el diario encontró un aviso del estilo "¿Quién conoce a...? ¿Quién sabe dónde está...?", me llamó por teléfono y me dijo "Mamá, estoy leyendo que buscan a una señora que creo que eres tú, todo coordina con tu historia pues hay alguien que busca a una niña de Leoncin que tal vez se haya olvidado de su nombre...dan un número de teléfono en Nueva York y una dirección en Tel Aviv". Supimos luego que durante largos años me buscaron, era la familia de mi padre.

 

Nos enteramos de que mi padre biológico se había vuelto a casar y que llego a tener dos hijos, Nili Deborah y Avi; cuando Nili creció, descubrió que tenía una media-hermana, aunque ella  no permite decir "media" y siente que soy mucho más que eso. Formó un equipo y empezó a buscar por todos los medios imaginables, envió gente a Polonia que logró descubrir que la granja de mi madre había sido entregada a un soldado alemán. Envió más de 800 cartas, incluyendo al Uruguay pero aunque las hubiera visto, yo no recordaba mi verdadero nombre y nunca había pensando que tenía padre...

 

Nili fue al vidente que leyó que habían encontrado el avión que cayó en Los Andes y él le dio datos increíbles: nombres diversos, le dijo que mi esposo vestía túnica blanca (en efecto era médico), luego fue a ver a un Rabino que ya estaba enfermo pero cuando le dieron un globo terráqueo y le preguntaron si estaba viva y dónde, él señaló con un dedo: Israel.

 

Fue por eso que Nili puso el aviso en Israel y así me encontró. Yo le escribí y ella me contestó por teléfono. Le dije: "¡qué pena, usted tiene la voz muy joven y yo busco a mi madre o a mi tía...!" .Pero ella insistió y durante dos meses me llamaba por teléfono con una condición: ella me haría preguntas y yo contestaría pero no podría preguntar nada.

 

Nunca había pensado que tenía otra familia pero empecé  a quererla por teléfono, al cabo de dos  meses nos hicimos la prueba de ADN sin vernos. Enviamos mi sangre congelada a Nueva York. Los análisis fueron positivos.

 

Nili comenzó a contarme la parte de la historia que yo no conocía. Yo siempre le repetía "mira que yo no tengo hermanos..." pero a ella no le importaba porque sabía todo lo que yo ignoraba.

 

Fui con toda mi familia a recibirlos cuando vinieron a Israel, yo ya tenía siete nietos. La emoción de todos era indescriptible, al día siguiente  fuimos a Yad Vashem y nos dijeron que era la primera vez que sucedía algo así, una semana después viajamos a Estados Unidos a conocer a mi padre; nunca había pensado antes en él, no pensé que vivía pero durante el viaje en auto del aeropuerto Kennedy a su casa, sentí un gran miedo.

 

De pronto me dicen que tengo padre, que está casado con una mujer que no es mi madre--¿cómo me van a recibir?, pero las dudas se terminaron rápidamente porque desde el primer momento en que entré a su casa, me llenaron de cariño; mi padre me abrazó y me llamó Zarenka. Quería que comiera a cada rato luego, mi hijo, que también es médico, estuvo para conocerlo, con su esposa. Le llevaron  las fotos de los siete nietos.

 

A los seis meses de conocerlo, falleció; viajé a medianoche y me quedé durante la shivá, regresé y al mes volamos con mi esposo y mi hija Beatriz, asistente social a visitar su tumba. Beatriz leyó allí un poema que le había escrito, como sólo ella sabe escribir, todos lloramos y el poema quedó grabado. Su esposa vino a nuestra casa por un mes, en el que nos llevamos como madre e hija.

 

En Israel construimos un nuevo mundo, que no cambiaría nunca por nada; hace aproximadamente un año se fue mi querido esposo, tras sufrir una larga y dolorosa enfermedad.

Por él y todos mis seres queridos, mantengo el recuerdo en mi corazón.

 

 

 

 

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