3 de noviembre de 2011

AIRES DE BUENOS AIRES




Queridos Amigos.
Tengo el placer de compartir con todos ustedes, una respuesta magistral que recibí sobre ¨Setenta días en Buenos Aires¨
La autoría de esta hermosa obra literaria porteña es de mi gran Amigo Manuel Lichtenstein.
Un gran abrazo.

Dr. Guido Maisuls
Buenos Aires, Argentina.


Si no soy yo ¿quién?, si no es ahora ¿cu
ándo?
si es solo para mí, ¿de qué sirve?

(Hillel)






    Querido Maestro:
                                       Después de haber leído su nota sobre su saudades y nostalgias del terruño, me tomo el atrevimiento de hacerle llegas estas viñetas escritas tanto como para cortar la rutina de mis trabajos en politica nacional y judaismo.
        Tanto como pàra despuntar el vicio, le envío unos pensamientos escritos, seguramente como conscuencia de unas nostalgias que no puedo ni quiero evitar.
       Soy consciente de que me parezco a los pibes que se colan en la calesita de su barrio y encima le quieren chupar la sortija al calesitero, pero como dijo el gran filósofo porteño, el gran Discepolín, el que no llora no mama y el que no afana, es un gil.

       No es que yo crea que vale la pena, pero si de esto doy fe, la escribí mas con el corazón que con la cabeza.
       No es muy frecuente que yo envie alguna chiflastenia de las mías, por lo tanto la que le hago llegar, espero que si merece alguna crítica de su parte, si no le pareció de buen gusto, le ruego que no vacile en decíremlo, ya que como estoy enchufado en este metier, de viejo, estoy aprendiendo y cuando uno aprende lo que sea, arranca desde cero.
       Le pido disculpas por el tiempo que le estoy afanando. Le dejo un super abrazo.
        Manolo.- 


    
                                               AIRES DE BUENOS AIRES

     ¿Por qué será que escribo Buenos Aires y me corre un frío por el espinazo? Si estuviera lejos de ella, me costaría gran laburo bancarme la lejanía, cosa que experimenté en varias ocasiones pasadas.

     Es que Buenos Aires, es imposible de igualar, pero muy posible de  soñar. La pienso y dibujo en mis fantasías cachos de barrios, con sus casas bajas, sus calles del centro con sus veredas rotas que exhuman tangos.

     Desde donde esté yirando, siento las notas de un tango que surgen limpitas de la tierra que se dejan ver, precisamente desde las veredas rotas, que son muchas.

     Tangos, dueños de versos rantes y reos, donde tal vez se ampare algún lagrimeado por alguna tristeza o por heridas de hombre triste, buscando consuelo en un tango.

     Que cosa es este Buenos Aires, único e imperdible con olor y gusto a milongas, que no existe en ningún rincón del mundo.

     Buenos Aires que fue dueño del Bandoneón Mayor, al que imagino en el cielo, el Pichuco de las manos como patios, tal como lo sentenciara el grande de Horacio Ferrer, el yorugua mas nuestro que oriental, abrazándose con el feo mas hermoso que se me cruzó alguna vez, el de la cara lunfarda, el Edmundo Leonel.

     Y de pronto, gambeteando nubes con su voz desplegada al viento, escucho al mas polaco de los porteño, oriundo de Saavedra, al mejor y  mas grande de todos los tiempos, Roberto Goyeneche, cantándole al Cacho Castaña, el que le bautizó la garganta y se la batió con arena.

     Y de entre todos, vibran los gritos del gordo, el gran gordo, el Pichuco del alma: - ¡ No ven que estoy volviendo! Ustedes ¿que creyeron? ¿que me había rajado? Solo me piante un cacho, pa’ encontrarme con mi amigo el Carlitos Di Sarli, que supo ser de Bahía Blanca, y saltando nubes y cielos, me lo bailé, si, bailé como nunca, el tango que le dedicó a su viejo y querido maestro y amigo, el pibe de La Paternal, el tango Milonguero Viejo, título que los milicos, patrones del gobierno en la década del 1940, como mal nacidos que fueron, se lo hicieron disfrazar como Bailarín Porteño.

     Y vi también a los otros, que entreverados entre las celestiales nubes, fueron los que adornaron Buenos Aires, con sus tangos orilleros, como el maestro Juan D’Arienzo, con el impagable Alberto Echagüe, y al grande con mayúsculas, que lustró al tango y lo vistió con estrellas, que andá a saber de donde las trajo, para batirles a los que no le creyeron, al que la muerte le dio la vida, por lo cual hoy gritamos, que nunca habrá otro Ator Piazzolla, al que le brotó de sus entrañas el inmortal Adiós Nonino y que lustrara a la música, para todos las siglos que vendrán.

     ¡¡Que Buenos Aires este, en donde navegamos los vivientes que veneramos a nuestros muertos ilustres, los que endulzaron los misterios de la vida!!

     ¡¡Que Buenos Aires este, que esconde sus secretos debajo de sus pilares, Buenos Aires de los viejos milongueros, de sus poetas, escribas y decidores!!
     ¡¡Que Buenos Aires este, regalando emociones y vida desde sus escondidas trastiendas, de barrios como San Telmo con algunas de sus calles vestidas con adoquines desparejos, tal como si fueran lo juanetes de la ciudad, o reviviendo a los negros de Monserrat de puro canto y milonga!!

     Te amo Buenos Aires, y agradezco a mis viejos que aquí acamparon después dc consumir muchos tiempos y distancias, me hicieron nacer aquí.

     Te amo Buenos Aires por que, de tus entrañas florecieron el insobornable Osvaldo PuglieseAlberto Moran  y el macho Roberto Chanel.

     Buenos Aires del Leopoldo Federico, con el irreverente e inigualable Julio Sosa, otro yoruguaulio Sosa, otro yorugua, con su voz incrustada en los mejores boliches tangueros.

     Buenos Aires de los futboleros que dominaros a la de cuero, que le pusieron manija a la Nº 5, por lo que tomo como emblemas los nombres de Francisco Pancho Varallo, símbolo indiscutido de la pesada boquense y de Bernabé Ferreyra, La Fiera, que nació para ser ídolo de la Banda Roja.

     Buenos Aires de esquinas misteriosas, y de calles transitadas alguna vez por los manda mas de la poesía porteña, los Castillo, padre e hijo, el Cadícamo interminable e inagotable.

     Buenos Aires que tiene para si, el privilegio de haber inspirado a un prócer indiscutido como Enrique Santos Discépolo, el Discepolin de todos nosotros.

     Y finalmente, los grandes, vivos o muertos permanecen cobijados bajo el gigantesco paraguas del único Carlitos que llegó a ser Gardel.

     Buenos Aires, amarte no es una obligación, amarte es una asignatura cumplida, Amen.
     Manuel Lichtenstein     05/07/2011    mlichtenstein@fibertel.com.ar


 

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