20 de agosto de 2007

Una historia de amor



 
Robert J. Ferry

Margarita Moreira: amores, amistades, y los grupos de cripto-judíos portugueses en México, siglo XVII

Acerca de este texto

Los documentos que forman la base de este estudio se encuentran en cuatro archivos.  La historia de la Inquisición mexicana está en las grandes colecciones del Archivo General de la Nación, México (AGN) y el Archivo Nacional de la Historia, Madrid (AHN). Muy importante aquí son los procesos de Margarita Moreira y Juan Méndez de Villaviciosa, los cuales, juntos con otros documentos similares, fueron desviados hace tiempo del AGN, donde deberían estar.  Actualmente el proceso de Margarita Moreira se encuentra en la Huntington Library, San Marino, California (HM 35125).  El de Juan Méndez está en el Gilcrease Museum, Tulsa, Oklahoma (Gilcrease 35).

Resumen

Margarita Moreira fue una mujer que vivió en los margines del mundo de los cripto-judíos en México durante la primera mitad del siglo xvii.  El ensayo examina las palabras de ella, especialmente sus expresiones indiscretas sobre el amor que tenía por un hombre preso por el Santo Oficio.  Es una historia de amor en el contexto del encuentro entre la Inquisición de México, institución entonces en proceso de realizar cambios dramáticos, y los cripto-judíos, quienes de hecho no respondían todos en la misma manera al problema de guardar el secreto de su fe.

Texto integral

En abril de 1643, Francisca de Orozco, viuda de un gorrero, se presentó en el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en la ciudad de México. Allí ratificó los testimonios que dieran su hija y su yerno, también gorrero, quienes como ella se habían presentado ante los inquisidores para hablar de su amiga, Margarita Moreira, hija de otro gorrero. Ésta se encontraba presa desde hacía tres meses por judaizante. Parece probable que Francisca de Orozco y sus familiares se presentaron para atestiguar sobre lo que sabían sobre Margarita Moreira —después del lapso de unos meses—, porque les asustó la lectura de un edicto de fe promulgado en esos días que obligaba al público a presentarse ante dicho tribunal, para dar cualquier información que se tuviese sobre los reos heréticos. 1

El arresto de Margarita Moreira tuvo lugar el 31 de enero de 1643, poco después de la encarcelación de muchas otras personas acusadas de ser practicantes de la fe judaica: ochenta fueron puestas en las cárceles secretas durante los últimos seis meses de 1642, la mayoría en julio y agosto de ese año. 2 Una de ellas era un mercader de cierto éxito, Juan Méndez de Villaviciosa, preso desde el 13 de julio. Margarita Moreira estaba profundamente enamorada de Juan Méndez. Aunque los dos estaban casados con otros, durante dos o tres años habían llevado una relación íntima de amantes. Los matrimonios de cada uno se terminaron en los últimos meses de 1641: el de Moreira al morir su esposo, Amaro Díaz, con quien había estado casado por lo menos por siete años, y el de Méndez después de divorciarse de su joven esposa, Ana Suárez, bajo el pretexto —falso, pero aceptado como verdad por mucha gente— de que él era impotente. Margarita deseaba que Juan se casara con ella, y cuando él se negó, ella se casó súbitamente en junio de 1642 con otro mercader, Pedro de Castro, cristiano-viejo. 3

En noviembre de 1642, unos cinco meses después de su matrimonio con Castro, en casa de unos amigos gorreros, Moreira se puso a hablar de su amor verdadero por Méndez de Villaviciosa, quien para ese entonces llevaba tres meses en las cárceles de la Inquisición. Según los testimonios dados posteriormente al Tribunal, aquel día Margarita llegó de visita sin la esclava que siempre le acompañaba. Cuando le preguntaron sobre esta novedad, Moreira les dijo que la había mandado a las cárceles del Santo Oficio con " un papel" para Juan Méndez, porque " le amaba y q' por quererlo bien quería saber del."  El impacto de este comentario fue instantáneo. " Maravillada" de que Moreira hubiese tratado de comunicarse con " un preso deste Santo Oficio," una mujer llamada Juana de Essa que estaba también de visita en casa de los gorreros, atestiguó que le había dicho a Moreira: " que qué hacía q' estaba loca?", y fuertemente "la rogó que no se acordara del dicho preso."  

Pero Margarita Moreira no dejó de hablar. Pensando en el Auto de Fe que todos sabían que a Méndez le quedaba por delante, ella agregó que haría cualquier sacrificio hasta sufrir del " mal dolor y tabardillo " si fuere necesario para evitar que su amado fuese expuesto a ese humillante acto público. Estas palabras, según el testimonio de Gertrudis de Orozco, mostraron a todos el "grandísimo amor y voluntad " que Moreira tenía por Méndez.  Por su parte, Francisca de Orozco, la madre de Gertrudis, hablando de los comentarios de Margarita Moreira, indicó a los inquisidores que lo que más le había impresionado a ella y a los demás fue cuando ésta aseguró que " si se casara con el dicho Juan Méndez y la mandara a judiacar, judiacará ." Orozco dijo que todos los que estaban en la casa "se escandalizaron y cada cual como supo reprehendieron a la dicha Margarita Moreira ." 4

En los archivos nacionales de México y de España, así como en algunos lugares en los Estados Unidos, hay centenares de testimonios relacionados con personas acusadas de herejía judaica por el Santo Oficio mexicano durante la década de 1640. A pesar de esta abundancia testimonial, en ninguno de estos casos se encuentra uno como el de Margarita Moreira. Sin ninguna duda, nadie nunca habló con otras personas sobre su fe de una manera tan increíblemente descuidada y peligrosa, relacionándose en forma abierta con la religión prohibida. Y si lo que dijo en cuanto a su amor por Juan Méndez no había sido lo suficientemente auto-incriminatorio, ella supuestamente declaró que tenía conocimiento de otros aspectos de la vida común de los observantes de la Ley de Moisés. Dijo que estaba enterada de cómo los cripto-judíos sabían cuándo reunirse para la celebración de rituales de su fe.  Según Francisca de Orozco, Margarita Moreira había dicho que los judaizantes:

Vestían a un negro de colorado y con un tamboril lo echaba a que tocase por las calles y que esta era la seña con que se entendían para juntarse a hazer lo que hacían. 5

Si Moreira decía la verdad en cuanto a los sentimientos que tenía hacia Juan Méndez, ofreciendo a sus amigos una visión completamente indiscreta de su pasión y su triste corazón, lo que dijo del negro vestido de colores tocando un tambor en la calle a la plena vista de todos era fantásticamente falso, una mentira producto de su imaginación. Las circunstancias que le llevaron a decir la verdad sobre su amor y a la vez inventar una ficción como la del negro y su tambor —que ha llegado hasta nuestros días como comentario verdadero—, componen el enfoque central de este ensayo. Aquí no puedo sino hacer un breve resumen de una investigación mucho más completa que he realizado sobre este tema. Hay por lo menos cuatro posibles razones por las cuales Margarita Moreira habló como habló; lo más probable es que las cuatro, tomadas en combinación, permitan entender por qué ella hizo comentarios tan descuidados para alguien que conocía un secreto tan peligroso.

1.  Margarita Moreira no había tenido la oportunidad de aprender lo importante que era mantener el secreto y la necesidad de guardarlo a toda costa.

Después de un año en la cárcel, en febrero de 1644 los inquisidores la torturaron: con la primera vuelta de la cuerda en su pierna izquierda, Moreira confesó que había hecho ritos judaicos con su primer esposo; con la segunda vuelta, empezó a hablar de otros quienes eran, a su conocer, judaizantes. Primero dio nombres de un grupo de personas, casi todos hombres, afiliados entre sí con lo que ella dijo que era su " parcialidad." Luego dijo a los inquisidores que había en México tres " parcialidades" de seguidores de la fe de Moisés: la de ella y otras que eran pequeñas, y la del rico y prominente mercader Simón Váez Sevilla. Esta última estaba compuesta por mucha gente, docenas de personas, entre ellas Juan Méndez de Villaviciosa. Este era el único a quien Moreira conocía personalmente de la parcialidad de Váez Sevilla. De resto, no conocía sino a unos pocos de ellos por nombre. 6 Para ese momento, casi todos los miembros de la parcialidad de Váez estaban ya recluidos en cárceles, y el Tribunal había acumulado bastante información sobre ellos. No pasó igual con las veinte personas de su propia parcialidad, ya que la Inquisición casi no tenía noticia sobre ellas. Debido principalmente al testimonio de Moreira, al poco tiempo casi todos fueron arrestados y puestos en la prisión del Santo Oficio. 7

Una comparación de algunas de las características básicas entre la parcialidad de Moreira y la de Váez Sevilla, nos permite ver con claridad los límites socio-religiosos de la vida de estas parcialidades. En el grupo que Moreira definió como su parcialidad casi no había mujeres. Para 1642, el mismo estaba conformado por una sola familia compuesta de  padre, madre e hijos, de lo cuales alrededor de la mitad vivía en el puerto de Veracruz.  Moreira solamente conocía de oído a los que residían en esta ciudad, pero no había llegado a conocerlos personalmente. Con excepción de ella y unos jóvenes de la familia de Veracruz (quienes eran criollos nacidos en México), todos los miembros de su parcialidad habían nacido en la Península Ibérica, en su mayoría en la costa atlántica de Portugal. El  difunto esposo de Margarita y otros tres hombres, eran todos de un mismo lugar, Caminha, antiguo puerto cercano a la frontera con Galicia. Su padre, Pascual Moreira, también era de esa localidad.  Blanca Enríquez, madre de la de la referida familia veracruzana, era de Lisboa, y su esposo, Fernando Rodríguez (anteriormente factor del Asiento Portugués de esclavos) era de Aveiro, una vieja población ubicada cerca de la costa norte-central lusitana.  

La mayoría de los hombres que conformaban la parcialidad de Moreira eran solteros y sin hijos. Antonio Méndez Chillón, lisbonense, antes mercader de esclavos y luego exitoso comerciante de cacao, vivía en Veracruz. Allí se había instalado con su concubina, Lucrecia, antes su esclava, quien vino con él desde Angola a México en 1629. 8 Estos eran hombres que tomaban muchas precauciones en asuntos relacionados con su fe. Francisco Franco Moreira, de Caminha, primo soltero de Margarita, era " un hombre que no se quería comunicar con nadie." Según el testimonio de un reo judaizante confeso, éste nunca llegó a saber con seguridad si Franco Moreira compartía su fe. 9 Tan privado y callado era éste que un familiar suyo en el Santo Oficio de Zacatecas, Pascual de Rocha Vello, también portugués de Caminha, cuando supo del arresto de Franco Moreira por el Tribunal supuestamente habría dicho: " si Francisco Franco de Moreira es judio, yo lo soi también ." 10

El Tribunal del Santo Oficio nunca abrió procesos en contra de la memoria del padre difunto de Margarita Moreira ni en contra de su madre, Catalina Díaz, quien aun vivía. La poca atención prestada por los inquisidores hacia la madre de Margarita llama la atención, sobre todo porque sabemos que Juana de Essa, vecina de los gorreros, atestiguó que Díaz habría dicho cosas como las siguientes: que " muy buena honra huvieran tenido si [su hija] se huviera casado" con Juan Méndez " aunq' tuviera el sambenito ensima de la cama", y también "que importaba q' el dicho Juan Méndez de Villaviciosa huviera salido [ de un Auto de Fe] con una belita?" 11  Comentarios escandalosos por cierto, pero si los inquisidores no los tomaron suficientemente en serio como para actuar, podemos suponer que Catalina Díaz probablemente no era judaizante, aunque no estuviere particularmente preocupada por su cristiandad.

Entonces, considerando que Margarita Moreira fue criada en un ambiente religioso hasta cierto punto ambivalente, sin madre, abuela, tías, hermanas, ni primas observantes con quienes ella hubiera podido repartir los elementos de su fe secreta —tanto los placeres como los peligros—, simplemente no tuvo la oportunidad de aprender la necesidad de guardar a toda costa ese secreto. Para hacer un contraste claro: en la otra parcialidad, la de Váez Sevilla, todas las mujeres sabían que doña Blanca Enríquez, poderosa matriarca, había sido torturada por la Inquisición de Sevilla. Muchas de ellas habían visto las cicatrices en su cuerpo y sus brazos desfigurados, lo que servía de emblema para quienes la veían. Las mujeres de su parcialidad se quedaban tan impresionadas de su valentía como atormentadas ante la posibilidad de que lo mismo les pudiese pasar a ellas. 12 Sin duda, Margarita Moreira nunca vio tales cicatrices, tampoco tenía ninguna figura heroica similar a Blanca Enríquez que le hubiese podido instruir sobre cómo vivir su fe con vigor a la sombra del Santo Oficio.

2.  Margarita Moreira sabía que las demás personas que practicaban su fe no la conocían, y así se sentía segura de que nadie le denunciaría. Ella se pensaba invisible en cuestiones de la fe, y por lo tanto no tenía que preocuparse por lo que decía.

A pesar de haber llegado a tener una reputación de alguien que sabía mucho sobre el mundo de los judaizantes en México del siglo XVII, la verdad es que Margarita Moreira tenía muy poca idea de ese mundo. Su cuento de un negrito vestido en ropa colorada tocando un tambor para avisarles que se reunieran, aunque pudo haber contribuido a su fama de conocedora, tiene más sentido como evidencia de la ignorancia que tenía sobre la sociedad cripto-judaica.  Para ser más directo, como ella bien sabía, con pocas excepciones (como en el caso de su amante Juan Méndez), ninguna persona más allá de las que realmente pertenecían a ese mundo social tenía de ella. La mejor prueba de este punto es la lista de nombres que llenan los primeros folios o frontispicio del expediente del proceso seguido a doña Blanca Méndez de Rivera.

Nadie conocía las identidades de más observantes de la Ley de Moisés que esta señora, residente en México desde 1621. Durante los primeros meses que pasara en las cárceles secretas, Blanca Méndez facilitó a los inquisidores los nombres de muchísimas personas (173 en total, entre vivos y muertos) en México, España, Portugal, Perú, Cartagena de Indias, Cumaná (en la costa oriental de Venezuela), las Filipinas e inclusive Macao. Pero si doña Blanca había llegado a conocer a Margarita Moreira, no la reconocía como observante ya que ésta no aparece en su lista. 13 Un estimado nos dice que la ciudad de México tenía alrededor de 10.000 vecinos para 1636. 14 Pero como para la época ésta no era una ciudad extensa geográficamente, durante muchos años las dos mujeres debieron haber vivido a sólo unas cuantas cuadras una de la otra. Más importante todavía, Blanca Méndez vivía de los servicios religiosos que ofrecía a la gente de la fe secreta (rezaba y ayunaba por dinero), razón principal por lo cual conocía a tantas personas. Si doña Blanca no conocía a Margarita Moreira como judaizante, es porque de verdad ésta era religiosamente invisible para la gran mayoría de los observantes de la ley de Moisés.  

 3.  Margarita Moreira estaba tan enamorada de Juan Méndez, que perdió su pleno juicio cuando pensaba en él como preso de la Inquisición.

Es probable que cuando Margarita Moreira decía a los amigos cristianos-viejos que hubiera hecho actos judaicos si Juan Méndez se lo hubiese pedido, ella simplemente estaba expresando sus sentimientos hacía éste de la manera más fuerte que podía. No hay duda de que su amor la llevaba más allá de las normas de comportamiento. En sus testimonios ante los inquisidores, su amante Juan Méndez dijo que ella " le importunaba tanto a que la viese de ordinario", él " la dava por escusas, unas veces q' estava en casa de Simón Váez ocupado haciendo quentas y otras fingía algunas mentiras por escaparse de ella ." 15 Pero estar enloquecida por amor no hizo que otras mujeres hablaran tanto y con tanto descuido como lo hizo Margarita Moreira.  

De hecho, sólo hay otro caso en el que los sentimientos de afecto sobrepasaron la obligación de guardar el secreto, el de Clara de Rivera.  En su caso es fácil entender cómo el amor por un hombre superó las exigencias de la fe secreta: padecía de una autentica deficiencia mental. " Una tonta, una loca, e yncapas y q' no save resar ni aun el Padre nuestro", decían su madre y hermanas desde las cárceles donde esperaban desesperadamente que " la ha de poner dios tenso en la lengua ", para que, en su pura inocencia, Clara no hablara de ellas o de su fe judaica con los inquisidores. 16 Pero sus esperanzas fueron en vano, porque a pocos días después de su arresto los carceleros engañaron a Clara de Rivera, y la hicieron hablar.

Asustada, sola en su celda, "muy mala y tan afligida y melancólica", pidió "por el amor de díos" que trajeran a la cárcel a su esposo ya " que le quería mucho y se estava muriendo por ver le ." Dándole a entender que si les decía lo que ella sabía de la comunidad de cripto-judíos la reunirían con su marido, los inquisidores convencieron a Clara para que hablara. Sin entender por qué querían que les dijera los nombres de sus correligionarios, tanto menos puesto que para ella era físicamente obvio quienes era judaizantes (" en la cara se le conosera que lo es," decía) la pobre Clara nombró docenas de personas. Con esta información como base de evidencia firme, fue mucho lo que se adelantó para llevar adelante la persecución inquisitorial más grande en la historia de la América Española. 17

4.  Margarita Moreira habló muy descuidadamente porque no se dio cuenta de la determinación del Santo Oficio mexicano renaciente y agresivo, dedicado a encontrar a todos los judaizantes de la Nueva España.

Cuando el amor motivó a hablar a Margarita Moreira en noviembre de 1642,  ya Clara de Rivera, Juan Méndez y otras ochenta personas más estaban presas por herejía judaica en los dos edificios que servían de cárceles a la Inquisición. En su existencia de más de sesenta años, jamás había habido tantos judaizantes encarcelados a la vez. De hecho, ochenta era probablemente el doble del número máximo de reos acusados de ser cripto-judíos, que hasta aquel momento se había tenido al mismo tiempo en la prisión del Tribunal del Santo Oficio. Sin embargo, a pesar de tanta actividad carcelaria, Moreira tenía razones de sentirse fuera de peligro.

Tradicionalmente, con muy pocas excepciones, dicho tribunal procesaba los casos, desde el arresto del reo hasta el Auto de Fe, en un lapso de aproximadamente seis meses. Es por ello que para noviembre de 1642, Moreira pudo haber pensado que los presos como su amante Méndez iban a salir muy pronto en un Auto, y que la ola de persecuciones estaría por menguar. La Inquisición había sido muy activa en los últimos años del siglo dieciséis y los primeros del diecisiete: había mandado a quemar a nueve personas en 1596 y tres más en 1601; pero durante la vida de Moreira (nacida en 1611 o 1612) 18, sobre todo durante las décadas de los años 1620 y 1630, en México el Santo Oficio por varias razones se había quedado relativamente calmado en su manera de proceder contra los supuestos herejes.  

Dos ejemplos del Tribunal "calmado" que conocía la joven Margarita Moreira

1. En base a información recibida desde España en noviembre 1624, el Tribunal del Santo Oficio arrestó a Tomás Treviño de Sobremonte, mercader de cochinilla, por judaizante. Luego de confesar, en junio de 1625 salió de las cárceles secretas castigado con la pérdida de sus bienes y de ciertos privilegios, como montar en caballo y portar armas. Fue sentenciado a un año de libertad condicional en las llamadas cárceles perpetuas, de las que podía salir a la calle todos los días a trabajar. 19 Pocos años más tarde, en  1629, comenzaron a llegar quejas al tribunal de que aquél se estaba vistiendo lujosamente y que portaba espada. Por fin, en 1633, los inquisidores le mandaron a presentarse antes ellos para responder a un testigo que decía que Treviño " anda en esta ciudad con hábito de seda y paño fino negro y con espada." El testigo, quien era un notario de la misma Inquisición, explicó que había venido " a dar noticia" del comportamiento de Treviño porque se sentía " celoso de la honra de Dios y de este Santo Tribunal " y también "por el escándalo que le ha causado" personalmente al ver a ese hereje reconciliado, sin la más mínima seña de su pecado y castigo. 20

Por su parte Treviño, astuto y sin miedo del tribunal, en su audiencia ante los inquisidores, para sorpresa de los presentes mostró una " cédula de habilitación", que le había restituido todos sus privilegios y que previamente había recibido del " Señor Cardenal D. Antonio Zapata, Inquisidor General de todos los reinos de Su Majestad y de la Suprema Inquisición."  Parece que a Treviño le había llegado su  " habilitación" desde hacía algún tiempo, y él solo esperaba el mejor momento para presentarla. Con la carta de triunfo en sus manos, con una deferencia calculada que llegaba al borde de una burla, Treviño pidió a los inquisidores que, " usando de la clemencia que suele usar", se le "admitan y perdone la indiscreción" de "no haber presentado hasta hoy esta habilitación y haberme ceñido espada ." Completando  su restitución social y su triunfo personal sobre el Santo Oficio, para aquel entonces débil y con una falta de fondos tan grave que no podía ni pagar los sueldos de los funcionarios, Treviño ofreció " cien pesos para gastos de este Santo Tribunal", los cuales fueron aceptados. 21

2.  Margarita Moreira y Amaro Díaz llevaban poco tiempo de casados cuando en 1634, entre marzo y noviembre, la Inquisición investigó y arrestó a catorce personas, incluyendo doce de un grupo familiar, por sospechas y prácticas judaizantes. María Gómez, la esposa de Tomás Treviño, era una de ellas. Después de seis meses de cárcel, todos fueron puestos en libertad en el Auto de Fe del Lunes Santo de fecha 2 de abril de 1635. Algunos habían sido torturados y todos perdieron sus bienes, pero facilitado por los sobornos que pagaban a los funcionarios, y porque el empobrecido Tribunal les permitía recibir comida desde sus casas, los reos se comunicaban entre sí con mucha facilidad a través de sus esclavos, quienes con cierta discreción cargaban mensajes por escrito junto con la comida. 22 (Fue uno de estos "papeles" el que Margarita Moreira intentó mandar a Juan Méndez con su esclava en 1642, sin darse cuenta de que las normas de la Inquisición habían cambiado por completo y que los porteros ya no dejaban entrar nada.)

En 1634 y 1635, en vista de que cada uno de los presos estaba bien informado de lo que los demás reos decían en sus propias audiencias, podían coordinar con cuidado sus testimonios, y dentro de unos meses los inquisidores —ya sin novedades o discrepancias de investigar— tomaron la decisión de terminar los procesos y celebrar el Auto.

Observaciones finales

No hay duda de que Margarita Moreira representa a alguien que vivía a la orilla del mundo secreto de los que observaban la fe de Moisés en México del siglo XVII.  En el testimonio que diera bajo tortura en 1644, ella dijo que había aprendido los fundamentos de su fe de su primer esposo, Amaro Díaz, una aseveración que debe ser cierta. La ausencia de procesos levantados por la Inquisición contra sus padres por herejes nos confirma que ella no creció en un ambiente familiar cripto-judaico. Tenía un hermano, Antonio Moreira, pero según el testimonio de ella, de la ley de Moisés él no sabía " nada por aver andado fuera de México" 23 , y la Inquisición tampoco se interesó en perseguirle.

La ignominia de la herejía evidentemente no fue una preocupación que le importaba más que sus relaciones personales con hombres y los viejos amigos gorreros. Su madre mostraba algo de lo mismo, diciendo que el casamiento de su hija con el mercader Juan Méndez hubiera sido " muy buena honra…aunq' tuviera el sambenito ensima de la cama."

Exagerada, peligrosa, y después de todo poco inteligible para nosotros, la actitud de Margarita Moreira hacia la Inquisición toma mayor sentido si consideramos que el Santo Oficio mexicano no había funcionado con todo el rigor acostumbrado por una generación, antes del año fatal de 1642. Todavía inconsciente del cambio dramático que había tenido lugar, desde su celda María de Rivera trataba de aliviar el miedo que afligía a su madre, Blanca Méndez. Los inquisidores le habían dicho en su primera audiencia que las iban a dejar encarceladas por muchos años, y que ella podría estar cierta que la iban a torturar. Ante esta amenaza María dijo a su madre:

A esto mira mi madre no eche juycios sobre esso q' es todo mentira y mienten q' lo disen por sacarnos [o sea, sacar información de ellas], Treviño me dixo que dicen andad judias que os an de quemar y no lo hacen que es Bellaquería. 24

Su hermana menor, Isabel de Rivera, veinte días después de su arresto estaba pensando en el tiempo que iban estar presas en las cárceles, y la idea que tenía era de solamente varios meses —la practica del Santo Oficio de antes. Desde su celda informó a su hermana y a su madre de lo que ella podía ver marcado en las paredes:

…aquí estan muchas letras en latin y en romanse y esta una quenta hecha por semanas del que estubo aquí y parese que estubo ocho meses [,] si fue Treviño que esta pintado en un montesito haciendo penitencia con sus barbas anchas y se parese a el. 25

Pero la época de Treviño, la época del régimen carcelero de seis u ocho meses de prisión, ya había pasado. María de Rivera se moriría en su celda; Isabel de Rivera y Blanca Méndez pasarían cuatro largos años presas. Y Tomás Treviño de Sobremonte y su esposa María Gómez, arrestados juntos en 1644, fueron quemados por relapsos en el Auto de Fe de 1649.  Margarita Moreira nunca recibió consejos de Tomás Treviño, pero su comportamiento comprueba que el relativamente leve trato que Treviño y otros recibieron en los años de 1620 y 1630, les llevó a no tomar al Santo Oficio muy en serio. Pero de repente cambiaron las cosas, y cuando Moreira se dio cuenta ya era tarde para empezar a tomar precauciones .

Para citar este artículo

Robert J. Ferry, « Margarita Moreira: amores, amistades, y los grupos de cripto-judíos portugueses en México, siglo XVII », Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Número 6 - 2006, mis en ligne le 17 mars 2006, référence du 27 avril 2006, disponible sur : http://nuevomundo.revues.org/document2043.html.

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