19 de mayo de 2007

El Ultimo Sionista.



En la antesala de nuestra Aliah, en la Argentina del 2002, me dedicaba a conseguir información sobre la realidad israelí, como era la vida, la economía, el trabajo, la educación, la cultura y la política en Israel. En las distintas fuentes a las que recurrí, me mostraron una Israel muy cercana a la realidad, si, a la realidad de hace 20 o 30 años atrás.


Al llegar me encontré con una realidad altamente globalizada, un aparato productivo con un excelente desarrollo tecnológico, un mercado laboral fuertemente competitivo y elitista, una sociedad con ideales culturales acentuadamente orientados hacia los Estados Unidos. Todo muy alejado de los pioneros, de la experiencia comunitaria de los kibutzim, del legado histórico de épocas bíblicas y de la protección social del Sionismo realizador.


Nunca me había imaginado de experimentar ciertas vivencias en Israel, por ejemplo cuando afirmaba que el motivo de mi presencia en nuestra tierra es ser Sionista, la mayoría de las veces recibo como respuesta: debes ser el ultimo sionista o, sos una especie en extinción o que anticuado, estamos ya en la era del post sionismo.

En ese momento se produce una eclosión de contradicciones en un ole recién llegado, entre su mundo interno de una Israel idealizada y un mundo externo con una realidad concreta, actual y palpable.

La idea del sionismo siempre se baso en la larga conexión entre el pueblo judío y su tierra, un vínculo que comenzó hace casi 4.000 años atrás cuando Abraham se estableció en Canaán, posteriormente conocida como la Tierra de Israel. Los anhelos por Sión y la inmigración judía continuaron a lo largo del período de exilio que siguió a la conquista romana y a la destrucción del Templo en el año 70 EC.


En el pensamiento sionista es central el concepto de la Tierra de Israel como el lugar de nacimiento histórico del pueblo judío y la convicción de que la vida judía en cualquier lugar es una vida en el exilio.

Tres períodos conformaron el desarrollo de la civilización judía: el primero, después de la liberación de Egipto, y el segundo, el retorno de Babilonia. El tercero comienza con la creación del Estado de Israel.

Tomando como premisa que el Sionismo es el movimiento de liberación nacional del pueblo judío y que tiene como objetivos primordiales:

La unidad del pueblo Judio y la centralidad de Israel en la vida Judia del mundo,
La reunificación del pueblo judío en su patria histórica, Éretz Israel, a través de la aliah desde todos los países del mundo.
La preservación de la identidad espiritual, cultural e histórica del judaísmo.
La protección de los derechos de los judíos en todos los lugares donde vivan.

La sociedad israelí esta transcurriendo por un proceso de crisis de identidad signado también por grandes riesgos y contradicciones.
Riesgos externos de enemigos que quieren destruirnos como siempre pero esta vez con la energía nuclear en juego. Contradicciones entre el país de los judíos como fue en su origen a convertirse en un país como todos, demasiado normal, demasiado occidental, demasiado capitalista, como tantos otros.
Los tradicionales paradigmas que hicieron posible que el ideal sionista se convirtiera en un Estado victorioso en una de las zonas mas salvajes del planeta, los viejos paradigmas de Hertz, de Jabotinsky, de Ben Gurion, de los pioneros se están agotando.

Llego la hora de nuevos paradigmas, que impulsen a Israel por un largo camino que concluya con muchas tareas comenzadas pero no concluidas:

Eliminar definitivamente las amenazas de destrucción de nuestros enemigos tradicionales y no tanto, seguir congregando a los judíos desperdigados por el mundo en nuestro hogar nacional, seguir construyendo esta sociedad vibrante y vital orientada a ser un ejemplo de justicia, de igualdad de oportunidades, de protección social, de permanente creación cultural, científica, tecnológica y espiritual, de una paz comprometida con la vida, de un ejemplo que se expanda a toda esta sufriente humanidad de hoy que esta sometida a las guerras, a las injusticias, a la explotación, al hambre, a la intolerancia, a la injusta distribución de los beneficios y miserias de esta época de globalización.

Necesitamos de un nuevo sionismo, heredero de todas las utopías y realizaciones anteriores, lo necesitamos los judíos y también lo necesita esta humanidad.


Herzl manifiesta, en: ¨El Estado Judío¨ (1895):

«el mundo se liberta con nuestra libertad, se enriquece con nuestra riqueza y se engrandece con nuestra grandeza»

Mientras sobreviva el ultimo sionista, el ultimo ejemplar de esta peculiar especie en extinción, el futuro esta ahí, muy cercano, al alcance de la mano.

"Si me olvidare de ti, oh Jerusalem, mi diestra sea olvidada. Mi
lengua se pegue a mi paladar, si no ensalzare a Jerusalem como
preferente asunto de mi alegría."
(Salmos 137:5-6)




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